Bueno, como he leído tarde esa entrada, seguramente se te haya pasado el sofocón o hayas encontrado una solución; o a lo mejor no. De todas maneras, creo que el consejo de una amiga puede animarte, abrirte algunas puertas o despejarte. Ahí va:
Quizás hayas cometido una torpeza enviándole el mensaje ese, puesto que ya había ocurrido algo cuando te quedaste a dormir en su casa, pero piénsalo, si él hubiera querido retomar contigo las cosas, le hubiera dado igual el mensaje, y eso no pasó. Por otro lado, es mejor no marear las cosas, vuestra relación terminó, y creo que a lo mejor a sido peor volver a intentarlo y todo eso, porque no estábais a gusto ninguno de los dos, ¿me equivoco?
Por eso, disfruta de lo que tienes de él, algunas veces tendrás su amistad, otras veces su amor, pero siempre piensa que es una persona importante en tu vida y cuídalo mucho (siempre que no te haga daño). Cuando estés con él, no pienses en lo que pueda pasar, piensa en lo que pasa.
Créeme, te lo digo por experiencia, si tienes tensión sexual con un chico que vive lejos, la relación va a ser muy cambiante, porque los dos estáis continuamente conociendo gente y nuevas experiencias.
Bueno, paso a otro tema. Publiqué ayer en el blog del Tuenti mi pequeño homenaje a las 13 rosas (digo pequeño porque ellas y todos los compañeros muertos se merecen el mayor de los recordatorios). Cada vez que lo pienso, no puedo evitar llorar, las siento como mis amigas, estoy con ellas en su lucha, y también daría mi vida por ello. Fusiladas por defender la paz y la libertad, por luchar contra un régimen asesino y asfixiante. Muertas por creer, por tener esperanza. Asesinadas brutalmente por no conformarse con que los pobres son pobres y los ricos son ricos. Maltratadas hasta la saciedad por ser las valientes, las que plantaron cara. Sólo los seres más malvados y sucios de este mundo pueden arrancar a 13 jóvenes rosas luchadoras. Habéis luchado, habéis sufrido, habéis llorado y habéis muerto por una causa. Yo, después de esto, no puedo más que levantar mi puño, chapó chicas. Ya pagarán los asesinos, ya pagarán por todas las muertes inocentes, sufrirán, se arrepentirán. Y lo que más deseo en este mundo es estar ahí para luchar y para verlo.
Julia, es imposible olvidaros, vuestros nombres permanecerán imborrables en el surco de la Historia. Los nombres de los valientes son férreos y perpetuos, como una rosa en pleno esplendor.
Bueno, como me estoy poniendo demasiado sentimental, voy a copiar lo que puse en el Tuenti:
¡Qué no nos desanimen los compañeros que dieron su vida por una causa justa, por
la libertad! Tenemos que seguir luchando, porque nuestros motivos son de paz y
justicia; no perdamos la esperanza de que un mundo mejor llegará, pero gracias a
nuestro esfuerzo. Porque yo, al igual que 13 jóvenes que combatieron contra
Franco y el fascismo, contra la muerte y la represión, daría mi vida y mi
aliento sin pensarlo por mis ideales.
Gracias a Julia, a Carmen, a Martina,
a Blanca, a Pilar, a Avelina, a Virtudes, a Elena, a Ana, a Joaquina, a
Dionisia, a Victoria y a Luisa; gracias por todo el sufrimiento, por desgracia,
que sirvió (al igual que otros muchos camaradas) para denunciar la averración de
la dictadura franquista, para concienciar a los jóvenes para que lucharan por su
futuro, que estaba a manos de asesinos sin escrúpulos, que fusilaban a la gente
común a diestro y siniestro. 40 años de sombría dictadura, salpicada por los
actos de miles de camaradas, entre ell@s, las 13 rosas.
Y como dijo Julia
Conesa: ¡Qué mi nombre no se borre de la historia!
Carmen Barrero Aguado
(20 años, modista). Trabajaba desde los 12 años, tras la muerte de su padre,
para ayudar a mantener a su familia, que contaba con 8 hermanos más, 4 menores
que ella. Militante del PCE, tras la guerra, fue la responsable femenina del
partido en Madrid. Fue detenida el 16 de mayo de 1939.
Martina Barroso
García (24 años, modista). Al acabar la guerra empezó a participar en la
organización de las JSU de Chamartín. Iba al abandonado frente de la Ciudad
Universitaria a buscar armas y municiones (lo que estaba prohibido). Se
conservan algunas de las cartas originales que escribió a su novio y a su
familia desde la prisión.
Blanca Brisac Vázquez (29 años, pianista). La
mayor de las trece. Tenía un hijo. No tenía ninguna militancia política. Era
católica y votante de derechas. Fue detenida por relacionarse con un músico
perteneciente al Partido Comunista. Escribió una carta a su hijo la madrugada
del 5 de agosto de 1939, que le fue entregada por su familia (todos de derechas)
16 años después. La carta aun se conserva.
Pilar Bueno Ibáñez (27 años,
modista). Al iniciarse la guerra se afilió al PCE y trabajó como voluntaria en
las casas-cuna (donde se recogía a huérfanos y a hijos de milicianos que iban al
frente). Fue nombrada secretaria de organización del radio Norte. Al acabar la
guerra se encargó de la reorganización del PCE en ocho sectores de Madrid. Fue
detenida el 16 de mayo de 1939.
Julia Conesa Conesa (19 años, modista).
Nacida en Oviedo. Vivía en Madrid con su madre y sus dos hermanas. Una de ellas
murió de pena (por la muerte de su novio en las guerrillas) estando ella
detenida. Se afilió a las JSU por las instalaciones deportivas que presentaban a
finales de 1937 donde se ocupó de la monitorización de estas. Pronto se empleó
como cobradora de tranvías, ya que su familia necesitaba dinero, y dejó el
contacto con las JSU. Fue detenida en mayo de 1939 siendo denunciada por un
compañero de su "novio". La detuvieron cosiendo en su casa.
Avelina
García Casillas (19 años, activista). Militante de las JSU. Hija de un guardia
civil viudo. Le mandaron una carta a su casa afirmando que sólo querían hacerle
un interrogatorio rutinario. Se presentó de manera voluntaria, pero no regresó a
su casa. Ingresó en prisión el 18 de mayo de 1939.
Elena Gil Olaya (20
años, activista). Ingresó en las JSU en 1937. Al acabar la guerra comenzó a
trabajar en el grupo de Chamartín.
Virtudes González García (18 años,
modista). Amiga de María del Carmen Cuesta (15 años, perteneciente a las JSU y
superviviente de la prisión de Ventas). En 1936 se afilió a las JSU, donde
conoció a Vicente Ollero, que terminó siendo su novio. Fue detenida el 16 de
mayo de 1939 denunciada por un compañero suyo bajo tortura.
Ana López
Gallego (21 años, modista). Militante de las JSU. Fue secretaria del radio de
Chamartín durante la Guerra. Su novio, que también era comunista, le propuso
irse a Francia, pero ella decidió quedarse con sus tres hermanos menores en
Madrid. Fue detenida el 16 de mayo, pero no fue llevada a la cárcel de Ventas
hasta el 6 de junio. Se cuenta que no murió en la primera descarga y que
preguntó "¿Es que a mi no me matan?".
Joaquina López Laffite (23 años,
secretaria). En septiembre de 1936 se afilió a las JSU. Se le encomendó la
secretaría femenina del Comité Provincial clandestino. Fue denunciada por
Severino Rodríguez (número dos en las JSU). La detuvieron el 18 de abril de 1939
en su casa, junto a sus hermanos. La llevaron a un chalet. La acusaron de ser
comunista, pero ignoraban el cargo que ostentaba. Joaquina reconoció su
militancia durante la guerra, pero no la actual. No fue conducida a Ventas hasta
el 3 de junio, a pesar de ser de las primeras detenidas.
Dionisia
Manzanero Salas (20 años, modista). Se afilió al Partido Comunista en abril de
1938 después de que un obús matara a su hermana y a unos chicos que jugaban en
un descampado. Al acabar la guerra fue el enlace entre los dirigentes comunistas
en Madrid. Fue detenida el 16 de mayo de 1939.
Victoria Muñoz García (18
años, activista). Se afilió con 15 años a las JSU. Pertenecía al grupo de
Chamartín. Era la hermana de Gregorio Muñoz, responsable militar del grupo del
sector de Chamartin de la Rosa. Llegó a Ventas el 6 de junio de 1939.
Luisa Rodriguez de la Fuente (18 años, sastre). Entró en las JSU en 1937
sin ocupar ningún cargo. Le propusieron crear un grupo, pero no había convencido
aun a nadie más que a su primo cuando la detuvieron. Reconoció su militancia
durante la guerra, pero no la actual. En abril la trasladaron a Ventas, siendo
la primera de las Trece Rosas en entrar en la prisión.
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